Historias cotidianas que solemos ignorar

Acoso sexual

Acoso sexual en el fútbol

Carolina Rozo, el rostro del #metoo del fútbol colombiano

“Yo soy fisioterapeuta de profesión. En el 2017 soy convocada para la selección colombiana femenina de fútbol sub 17. Soy acosada sexualmente por el director técnico –el seleccionador: Didier Luna–. Cuando llegué a este grupo yo no sabía lo que era el acoso sexual, la violencia de género. Uno escucha cosas: alguna noticia en televisión pero que no le presté mucha atención, nada, yo llegué con una venda en los ojos. En ese momento yo no sabía cuáles eran los focos para saber que es acoso sexual”.

Carolina Rozo tiene 36 años y se crió y vive en Facatativá (Colombia).

El Instituto Andaluz de la Mujer define el acoso sexual como “cualquier comportamiento verbal o físico de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo”. La clave del acoso sexual está aquí: “Se distingue de las aproximaciones libremente aceptadas y recíprocas en la medida en que no son deseadas por la persona que es objeto de ellas”.

Las víctimas del acoso sexual: la fisioterapeuta y las jugadoras

“Yo llegué al grupo muy contenta, uno lo que piensa es en abrir camino en el deporte. Noté el carácter fuerte del director y más con las mujeres. Gritaba a las jugadoras con palabras discriminatorias como lesbianas, pobretonas, perras. Yo en el primer momento dije bueno, debe ser parte de su estrategia para mantener la disciplina, pero no estoy de acuerdo”.

“Entonces el señor empieza a tener esa cercanía conmigo: estás muy linda, me decía al oído. Cada día iba aumentando ese acercamiento y yo empecé a sentirme incómoda pero no era consciente de lo que estaba pasando. Yo dije tal vez es su forma de interpretar cariño por su grupo de trabajo. No estaba segura porque no era consciente de estar siendo acosada. Hablé con la psicóloga del grupo y ella me dijo que era un comportamiento normal de él. Entonces pensé que ya se le pasaría, que le parecí simpática pero ya se le va a pasar porque yo no le doy el espacio, siempre fui esquiva con él. Seguía con la incomodidad pero me quedé callada”.

“Al terminar el entrenamiento íbamos a la piscina a la recuperación y me di cuenta de que él tenía la manía de tocar mucho la cola, sus partes íntimas, a las jugadoras. Yo me quedaba mirando y pensaba no, no y no, no es normal, no me parece bien lo que está haciendo. A veces las trataba de besar y les decía ¿es que les da miedo darme un beso? Las jugadoras tenían 14, 15 y 16 años”.

Pero el señor, como ella lo llama, no cambió. Carolina siguió siendo acosada, sin ser consciente de ello, hasta que un día todo cambió. Estaban en una concentración y él la esperaba en la puerta de su habitación: “Yo le estoy hablando en serio, quiero tener algo con usted, yo quiero que sea mi amiga de la concentración, solo quiero que me regale un pedacito de su corazón, me dijo. Quieto, cuidado, yo vine aquí para trabajar, por favor, permítame trabajar tranquila, le dije yo. Él se acercaba y yo para atrás, para atrás, para atrás hasta que casi me caigo. Yo la puedo llevar a cosas muy grandes en el fútbol, es mejor las cosas así por las buenas, me dijo. No, usted se está equivocando, le dije y le repetí que yo vine aquí para trabajar. Entonces él se puso muy molesto y me dijo aténgase a las consecuencias”.

O estás conmigo o estás contra mí

“Desde ese momento el comportamiento de él fue superfuerte, de grosería, de decirme que yo era una incompetente, que no tenía derecho a opinar desde la parte profesional. Me anuló totalmente, puso en contra al cuerpo técnico al punto de que ya no me saludaban. Hablé con la psicóloga y la médica y él les dijo que o estaban con él o estaban conmigo. En dos oportunidades yo lo enfrenté: qué no le gusta de mi trabajo. Esto es personal, maestra, me respondía. Trabajar así es muy verraco, muy difícil”.

“Yo llamé a mi jefe, que era el jefe médico del departamento deportivo de la federación, y le cuento todo. Quedó muy preocupado y me dice que eso no puede pasar. Yo pensé que iban a hacer algo… Entonces me reuní con mi jefe y otros de la federación y me preguntaron. Se quedaron muy callados con esa mirada de complicidad… yo pensé ellos deben saber algo del tipo, de cómo es. Me preguntaron ¿pero usted quiere seguir o se quiere retirar? Y yo dije yo quiero seguir, yo lo quiero frenar. Yo tenía que estar por ética, para mirar lo que estaba pasando con las jugadoras. Entonces yo empecé a sentir que ellos estaban tirando para el otro lado… También hablé con un delegado de la federación que vino a una concentración con nosotras. Le cuento y le digo yo quiero que usted haga algo. Se queda un poco preocupado, cómo así, me dice, bueno, voy a estar pendiente. Pero nada, luego me dijo: ahorita mismo no podemos hacer nada porque estamos en competencia –estaban en Argentina jugando un campeonato–”.

Ser consciente de que estás siendo víctima de acoso sexual

“Un día se me acercó una jugadora y me dijo: si usted me cuenta, yo le cuento. ¿Es cierto que él la acosó a usted?, me preguntó. Ella fue la primera en decir la palabra acoso. Yo le dije que sí y me contó todo el tema de que a ella la había acosado el preparador físico. Que entró a su habitación, la besó y la quiso violar. Yo quedé fría, estoy metida en la boca del lobo, pensé. Hicimos un pacto de cuidarnos las dos, la una a la otra, y luego empezaron a contarme más jugadoras. Yo les decía que teníamos que cuidarnos entre todas”.

Desde que llegó a la selección sin saber lo que era el acoso sexual pasó tiempo hasta que Carolina empezó a ser consciente de que eso era lo que le estaba pasando a ella y a las jugadoras. “Entonces empecé a meterme en internet, a buscar en todo el tema de mujer, de género. Hablé con el papá de mi hijo –yo me casé con 20 años y tuve a mi hijo con 21, ahora el papá de mi hijo y yo estamos separados– y él fue mi primer apoyo, me apoyó todo el tiempo. Él es oficial de la policía y me orientó mucho. Me dijo Carolina, eso no es normal, ese tipo está cometiendo un delito. Él me recomendó que empezara a recaudar pruebas y fue lo que hice cada vez que iba con el grupo. Quería recoger pruebas, mostrar evidencias de lo que nos estaba pasando. Grabé a la médica y a la psicóloga en una conversación en que me confesaron que sabían lo que estaba pasando. Y grabé testimonios personales de varias jugadoras. Yo termino lo que empecé, pensaba”.

Del acoso sexual a la depresión

Tiempo después de que contara lo que sucedía a distintos miembros de la federación, Carolina se encontró con el vacío. Perdió un apoyo, que nunca tuvo, y el trabajo. “Nunca nadie me llamó de la federación. Acabaron con mi reputación, me cerraron las puertas del deporte. Las colegas me llamaban y me decían no quieren verla. Nadie me contrataba”.

“Era tan fuerte el tema laboral y del acoso sexual cuando estaba con el grupo que a veces me encerraba en un baño porque tenía que llorar. Pero del baño salía fuerte, no les demostraba que estaba mal. Era tan fuerte el tema laboral que no me daba tiempo a pensar mucho. Entonces yo creo que saqué todo cuando llegué del último campeonato, saqué todo después de tener unos días de reflexionar. Creo que todo lo que pasé me salió después y caigo en una depresión. Una depresión muy fuerte, me intenté suicidar. Pensaba mi vida no vale nada, no quiero seguir. Lo que uno siente es horrible. Cuando caigo en la depresión es cuando tuve el tiempo de procesar lo que había pasado, ahí es cuando hice esa catarsis de reconocer, dijéramos, todo lo que había pasado”.

“Actualmente sigo en tratamiento psiquiátrico y psicológico”.

Acoso sexual: el sentimiento de culpa de la víctima

“Mucha gente me puso en duda. También tuve que escuchar: eso le pasó por zorra, eso le pasó porque no le pagó el favor por estar en la selección”.

“También escuché que yo le había dado motivos a ese señor. Uno piensa ¿será que estoy haciendo algo para que esta persona tenga este comportamiento conmigo? La culpa. Se cuestiona uno, a ver si hice algo para que esta persona haga esto. Creo que todas las víctimas pasamos por esta parte. Sentía mucha tristeza, mucho dolor, frustración, impotencia. Cuando empecé a escuchar los testimonios de las jugadoras ahí ya dije el problema no soy yo, el problema es este señor. Nosotras no tenemos la culpa. Faltó también mucha solidaridad por parte de las jugadoras y hablo de todas, de todos los deportes, precisamente porque vive ese temor a ser vetadas, apartadas”.

Afortunadamente quien no la culpó fue su familia. “Tuve mucho apoyo de ellos. Y mucho apoyo espiritual. Yo soy muy creyente y empecé a ir con unos monjes benedictinos para meditación, oración. Ahí conocí a personas muy bonitas que me ayudaron a salir adelante. Dios me dio la fortaleza para salir y denunciar. Después de empezar mi tratamiento y recuperarme un poquito, yo converso con mi director espiritual y me dice no tengas miedo, denuncia, vas a salvar a muchas mujeres. Y lo hice”.

La dureza del proceso judicial

“Denuncié y otra vez cuenta la historia. Al principio es feo, se revictimiza uno de verdad, volver a sentir esa sensación de repudio, de rabia, de dolor. Dos años largos duró el proceso judicial. Fui fuerte para ir a las audiencias y verle el rostro a este señor, pero salía destrozada. Él nunca me dio la cara en las audiencias, siempre miraba al frente. Al final llegamos a una conciliación donde se baja a un delito menor, por eso lo condenaron por injurias y no por acoso sexual. Llegamos a ese punto porque ya se estaba dilatando el proceso y yo no quería que se archivara. Pero estoy contenta, mi caso salió bien en medio de todo”.

Carolina contó con el apoyo de los medios de comunicación, que se volcaron convirtiéndola en un fenómeno mediático. “Yo nunca me imaginé que iba a tener tanto impacto el tema. Mi mentalidad no era esa pero con el tiempo me di cuenta que necesitaba decir al mundo entero que no podemos consentir estas conductas”.

Su caso tuvo un gran impacto, se crearon protocolos de detección del acoso sexual, por ejemplo. El Gobierno también se implicó y Carolina ha acabado trabajando para ellos. “Actualmente estoy con el Ministerio del Deporte trabajando con mujer y género. A raíz del impacto que tuvo mi caso soy gestora, soy esa cara visible, la persona que denunció y pasó por todo eso. Es una muy bonita labor”.

“De pronto no es que hayan cambiado mucho las cosas en Colombia, pero sí que muchas mujeres han salido a denunciar. Muchas mujeres están empezando a entender que el acoso sexual es un delito”.

Acoso sexual: no quedarse en la pena ni en ser víctima

“Mira que al principio uno no puede con el dolor, la rabia, todas esas emociones en un momento oscuro de la vida, pero luego cuando uno llega a cierta interpretación rescata las cosas positivas. Concluí que trabajar, visibilizar, ayudar a las mujeres a que no pasen por esto era lo que yo quería hacer. A mí me dolía en el alma cuando veía cómo tocaba a esas niñas, así que decidí no quedarme en la pena, en ser víctima, y eso no es fácil. Decidí tomar lo que pasó como una fortaleza”.

“Yo tuve una experiencia como a los 8 años con un amigo muy cercano a la familia. Él tocaba mis partes íntimas pero yo no sabía, pensé que sería normal, un juego. Yo me guardé eso muchos años, siempre estaba en mi memoria. No lo vi tan grave porque no sabía sobre estos temas. Es algo que no he sacado ni contado a mi familia hasta que denuncié. Yo antes de denunciar ni conocía la ley que hay acá para estos temas de mujeres. Por eso ahora mi mentalidad es decir al mundo entero que hay que erradicar este tipo de conductas contra la mujer. Quiero que todo el mundo conozca mi historia y cualquier mujer que esté pasando por esta situación diga tal vez estoy siendo acosada, tal vez tengo que denunciar”.

“Después de denunciar vinieron a acercarse mujeres que jugaban en la selección hace 20 años. Me venían llorando para contarme. También me escriben mujeres por redes sociales y se me acercan después de mis conferencias y me cuentan. Son muchos casos y no solo en el deporte. Yo les digo hay que denunciar. Si uno no denuncia a estas personas, van a seguir haciendo lo mismo”.

“Como mujeres tenemos que entender y reconocer las capacidades y habilidades que tenemos, realmente nosotras nos dejamos opacar. Me gustaría que me vieran como esa mujer que pasé por esa situación de violencia y que así como no tuve marcas en el cuerpo, sí tuve en mi corazón y en mi alma, pero pude salir adelante y si yo pude salir adelante, las demás mujeres también lo pueden hacer”.  

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