Historias cotidianas que solemos ignorar

Adopciones

Adoptada racializada: ¿quién soy?

Andrea Vigo es adoptada y lidia con un fuerte sentimiento de abandono

Andrea Vigo tiene 21 años. “Nací en Hubei, pero tampoco te sé decir muy bien dónde está”.

Hubei es una provincia de China. La capital de Hubei es Wuhan, pero no estamos aquí para hablar de coronavirus. La historia de Andrea comienza muchos años antes de que Wuhan fuera el epicentro de la actual pandemia mundial.

El documental Generación Mei Ming: miradas desde la adolescencia nos cuenta que casi 18.000 niñas chinas fueron adoptadas en España desde 1995.

Andrea fue una de esas niñas.

Cuando empiezo a hablar con alguien para Grandes Minorías siempre le pregunto de dónde es. Una pregunta normal y corriente. Demasiado normal y demasiado corriente para Andrea.

–¿Cuántas veces te han preguntado de dónde eres?

–Puffff, es que son tantas que no te puedo decir. En un turno de hospital te lo pueden preguntar todos los pacientes… para que te hagas una idea. Es la pregunta que te hace todo el mundo. Yo siempre digo de Madrid. Entonces me preguntan ¿y tus padres de dónde son? Pues de Madrid también. ¿Y tus abuelos? De Madrid… y por evitar recorrido por el árbol genealógico acabo diciendo que soy adoptada. Entonces me dicen aaah… y la siguiente pregunta suele ser ¿te gustaría conocer a tus padres biológicos? También está el clásico de que digan ay, adoptada, pobrecilla…

“Es un fenómeno que se da tantas veces al día. Hasta en las entrevistas de trabajo me dicen qué bien hablas español. Porque soy adoptada, les digo. Si dices soy española te van a preguntar más, si dices soy adoptada te ahorras preguntas”.

“Cuando me preguntan lo de conocer a mis padres biológicos normalmente digo que no, una sonrisa tímida y ya está. A veces soy más borde según esté yo o según sea la persona que me pregunta, pero me da rabia porque tú me haces una pregunta que a mí me incomoda y yo no soy capaz de incomodarte a ti diciéndote nada, siempre me hago yo pequeña”.

“Necesito empatía y respeto. La gente es como superinvasiva, ponte en el lugar del otro, cómo te sentirías tú”.

Disforia de raza

Andrea vive con sus padres y su perro. Estudia Enfermería y acaba de matricularse también en Psicología. Se gana un dinerillo dando clases particulares y haciendo de canguro.

“Tenía 1 año recién cumplido cuando me adoptaron. No he ido nunca allí. Nada, no me llama la atención nada. Es superfrecuente que las personas adoptadas racializadas rechacen sus rasgos de origen, un rechazo a las raíces. En mi caso, por ejemplo, me cuesta un montón entrar a un restaurante de comida china. Es algo visceral, rechazo un montón. O en el metro no me siento al lado de un chino para que no nos relacionen. Jolín, yo no quiero ser racista… a mí me costó mucho colocar mi historia. Tampoco quiero salir con un chino. Mi ideal de belleza no es chino. Yo quiero que mis rasgos se pierdan con mi descendencia y esto refleja mucho odio”.

“No me identifico con lo asiático, yo he socializado como una española. No sé nada de la cultura asiática, no hablo el idioma, no sé absolutamente nada y al final consiguen que no te sientas ni de un sitio ni de otro. No perteneces a ningún lugar… A mí los chinos me hablan en chino y en el centro de Madrid los españoles me hablan en inglés. La gente asiática me felicita el año y es como yo no celebro esto”.

Lo que le pasa está relacionado con la disforia de raza. “La disforia de raza ha condicionado mucho que rechace mis raíces, mis orígenes, toda la cultura asiática, como que quiera desmarcarme de eso. Disforia de raza es un término que no existe, me lo inventé yo cuando vi lo que era la disforia de género: que no te identificas con tu sexo. Pensé que lo mío era lo mismo pero con mis rasgos. Yo me miro en el espejo y no me identifico con mis rasgos, no me siento representada por lo que veo. Mi pensamiento y mi mente van por un lado y mi cuerpo está en otro, no están en sintonía. Es una incoherencia entre cómo te ves y tu mente, como si este cuerpo no fuera el mío. Muchas veces esto me ha causado odiar mi cuerpo. No me gusta mi cara, es como que no me representa. Me pasa desde muy pequeña, yo no soportaba las fotos, no veía las fotos que me hacían. Esto genera tanto malestar que creo que necesita un nombre, por eso hablo de disforia de raza. Creo que es importante decir, joder, a mí me está pasando esto”.

“Yo soy fruto de la política de hijo único de China, del boom de adopciones de niñas chinas que hubo en España. Ahora ya somos mayores y creo que nos toca a nosotras decir ostras, nos pasa esto”.

Además de la disforia de raza está el racismo. “Que te llamen chinita creo que es lo que más se repite. También que te digan para ser china eres muy guapa… Es como ¡en la liga menor no estás mal! Que eso me lo han dicho hasta niños pequeños, ¿eh? También me han dicho no besas como una asiática. Y yo ni idea de cómo besan las asiáticas… Los comentarios machistas racistas dan para mucho. Yo creo que la sociedad me ve como si fuera una asiática inmigrante y también como un objeto sexual exótico”, dice con cara de resignación ante mi estupor. “A mí me gustaría que me vieran como una persona que merece el mismo respeto que una persona blanca”.

Adoptada: sentir que no perteneces a tu familia

“Mis padres me explicaron la adopción con un libro de cuentos. Siempre he sabido que soy adoptada”.

“Toda mi vida me he sentido diferente y cansa un montón”. Ese sentirse diferente atañe a su vida familiar. “La diferencia física que se ve entre mi familia y yo hace que me sienta que no pertenezco, es como un desarraigo que no tiene nada que ver con el amor: yo no me siento parte de esto. Mi familia me lo ha dicho muchas veces: me quieren incondicionalmente. Pero nunca he llegado a sentirme parte de por esa diferencia física que dice no somos lo mismo. No es fácil de explicar esto… Creo que tiene que ver con el proceso de ubicarse a sí mismo”.

“Con mis padres lo hablo, con el resto de mi familia no y creo que es por vergüenza porque no quiero que piensen que yo siento que no son mi familia. Eso es otra lacra del adoptado, no me permito ser desagradecida”.

“Yo imagino que también mis padres habrán sufrido eso de ¿es tu hija? ¿La consideras tu hija? Siempre va a haber esa diferencia”.

“Sueño a largo plazo con tener una familia. Para mí construir una familia es algo superimportante, quiero formar parte de algo que he creado yo y creo que es por mi historia”.

Adoptada y sentimiento de abandono

“Aunque yo fui adoptada con 1 año a mí me ha marcado y me ha determinado, aunque la gente te diga que eras muy pequeña y no te acuerdas. Incluso aunque tú misma te digas ¿por qué me siento mal por una cosa que ha sucedido en mi vida hace tanto tiempo? Y creo que al final una historia de abandono te marca. Para mí abandono es sinónimo de miedo, no lo quiero vivir. Cualquier tipo de abandono me crea muchísima angustia. En Enfermería ves cómo a las madres se las pone piel con piel con sus bebés recién nacidos porque reduce la ansiedad en el bebé. Jolín, es que yo no he tenido eso”.

“Ser adoptada influye en mi vida relacional. El abandono y el desarraigo me generan un apego ansioso. Es un tipo de apego disfuncional de tener que estar todo el rato pegada a las personas que me quieren, que me están recordando todo el rato que me quieren y el porqué me quieren. Es sentirme frágil y vulnerable, tener un pensamiento constante y molesto: me van a dejar. He llegado a experimentar episodios por este tipo de apego en que mi madre se bajaba a comprar y a mí me entraba un ataque de ansiedad de decir jolín, es que se va a ir y no va a volver”.

La vida de Andrea saltó por los aires cuando tenía 17 años. “Mi primera ruptura. Para mí era horrible, de querer morirme. Vale que el primer desengaño amoroso suele ser dramático, pero como que destapó muchas más cosas. Quiero sentirme parte de algo y como en una familia no lo he conseguido y en colectivos tampoco, pues en mi pareja puse todas las expectativas y saltó todo por los aires. Me sentí muy vulnerable. He estado con psicóloga y psiquiatra desde los 18 años. Con mi psicóloga, Carmen, aprendí que porque tú no estés pegado a mí no significa que me quieras menos. También que la gente que quiere se va a ir y la gente que se quiere quedar, se queda con todas las consecuencias”.

Desde que todo saltó por los aires “he estado con depresión, ansiedad, bulimia, autolesiones… he tenido momentos muy difíciles. Pero desde que dejé de estar mal me siento muy viva porque me apunto a todo. A mí me gustan mucho las motos, la gimnasia, salir a escalar, el deporte en general”.

“Creo que ha sido una experiencia dura pero me ha enseñado mucho y me ha enseñado a valorar muchas cosas como que venga tu mejor amiga a casa cuando estás triste y te traiga bombones. Si tengo un accidente de moto la gente te va a ver al hospital, pero si estás en casa con depresión la gente no suele ir. A mí en cambio me han venido a ver amigas y miembros de mi familia. Las albóndigas de mi abuela… Me siento muy afortunada”.

Andrea y su libro Heridas sin patria.

Qué opina de la adopción una adoptada

“Un niño tiene derecho a una familia pero unos padres no tienen derecho a un niño. La gente se piensa que tiene derecho a tener un hijo porque sí o adoptar por sentirse un salvador, por colgarte la medallita de buena persona. No quito la cosa de la ayuda pero está muy vinculado a la creencia con la que crecemos muchos niños adoptados de que no puedo ser desagradecida porque tú me has hecho ese favor. Entonces yo voy a hacer todo lo que el otro me pide para que esté contento y al final es poner el foco en la otra persona y nunca en ti. Para un niño es difícil mantener ese nivel de exigencia. Yo he sido una niña superbuena: no quiero disgustar a mi madre, no jugaba con los juguetes por no romperlos… notazas en todo. Hijo de manual y es como puffff. Ahora no lo soy para nada pero me quieren por lo que soy y no por lo que hago, y eso me ha costado mucho entenderlo”.

“Esto tiene que ver mucho con el abandono: para que no te vayas hago lo que sea. Es uno de los lastres de la persona adoptada: estás siempre dispuesta y haces lo que el otro quiere para no desagradarle, para que no se vaya. Que no piense que eres una desagradecida porque es como jolín, si es que tienes la vida que tienes gracias a mí”.

“Las personas que adoptan y las adoptadas tendrían que tener apoyo porque no entras en una familia si no hay una historia de abandono. Y lo primero que buscan las familias suele ser un hijo biológico y no tenerlo crea frustración y tristeza. Al final son historias tristes, así es como entras en una familia. Yo soy fruto de una ley injusta –la del hijo único–, son historias feas y no creo que haya que romantizar las adopciones”.

“Tú no conoces tu historia porque se ha producido ese abandono, porque te han dado en adopción. Creo que necesitamos mucha ayuda para colocar y entender toda la historia, para decir esto me sucede por esto”.

Andrea acaba de publicar el libro Heridas sin patria. “No lo escribí con la intención de ser escritora sino porque creo que tenía algo que contar: visibilizar todo lo que me abrumaba. Eran mis deberes para la psicóloga, lo escribía para ella y al final lo junté todo y salió el libro. La herida viene de quien no se identifica con un trozo de tierra ni tiene un vínculo afectivo con sus orígenes. Creo que puede acompañar a mucha gente. Es como ahora hablando contigo, creo que hay gente que se puede identificar que se sienta igual de perdida que yo”.

Suscríbete gratis y recibirás en tu correo cada nueva historia! Todavía hay muchas personas a las que conocer

  1. Patxi

    Gracias Winnie. Me ha ayudado a ver lo oculto en el corazón.

Dejar una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.