Historias cotidianas que solemos ignorar

Dolor crónico

Camarera de piso: dolor y lujo

María del Mar Jiménez forma parte de Las Kellys

María del Mar saluda efusiva con la mano cuando te ve llegar. Sonrisa de oreja a oreja. Estamos a unos metros, pero su alegría y fuerza arrolladoras llegan hasta aquí. Y todavía no ha hablado. Primer contacto: María del Mar te planta dos besos como dos soles. Pocas personas son tan afectuosas con los protocolarios besos de presentación. Al poco ya te ha agarrado del brazo mientras habla con entusiasmo de su madrileño barrio en el distrito de Hortaleza. A lo largo de la mañana irá saludando a unas y otras que pasan por nuestro lado. A todas les dirige una frase concisa que nada tiene que ver con un saludo trivial. Todo muy rápido, como es María del Mar, puro nervio y energía

María del Mar sabe tratar con la prensa, no es su primera vez, así que cuando empieza oficialmente la charla, disminuye su nivel de explosividad. Parece ser consciente de que para que yo pueda asimilar todo lo que dice, tiene que reducir un poco su energía vital.

María del Mar Jiménez tiene 57 años. Nació en Telde, Las Palmas de Gran Canaria, “y me he criado 20 años en Almería. Después he sido un poco trotamundos hasta que llegué a Madrid en 1986”. De su nacimiento isleño conserva el “mi niña”, que dice con frecuencia. De su pasado sureño tiene un acento andaluz que viene y va.  

Pedro Almodóvar definió hace unas semanas a uno de sus personajes femeninos como una mujer divertida, sin prejuicios, que puede casi con todo. María del Mar no es un personaje de Almodóvar, aunque podría serlo, porque María del Mar es todo eso y muchas cosas almodovarianas más.  

El dolor crónico de una camarera de piso

María del Mar es camarera de piso en un hotel de lujo de Madrid. Lleva prácticamente toda su vida laboral siendo camarera de piso, una profesión que acarrea lesiones físicas. “La primera lesión que tuve trabajando como camarera fue epicondilitis, el codo de planchadora, pero cuando luego lo tuvo Nadal, pasó a ser codo de tenista…”–me lanza una mirada pícara–, “me salió de remeter sábanas, porque antes se hacían las camas con sábana de abajo, de arriba, manta y colcha, más las fundas de las almohadas, y ahí tira mucho el codo”. Esa lesión “creo que fue en el 85, y me despidieron, evidentemente”, dice riéndose. Sábanas, almohadas y partido –o más bien empleo–.

Dos o tres años después tuvo un accidente en otro hotel, se cayó por un gel de ducha derramado y se lastimó el hombro. Volvió a perder el empleo porque no le renovaron el contrato. Después de eso llegaron otros hoteles y la costumbre de utilizar pulverizadores. “Y cada vez que pulverizas te entra todo en los pulmones, lo respiras, y los productos que usamos tienen una base de amoniaco. A tus bronquios van sustancias químicas”. María del Mar fumaba y tenía bronquitis recurrentes. Lo dejó, pero siguió con las bronquitis. No lo entendía, hasta que tiempo después un alergólogo “me dijo que probablemente fuera bronquitis química”.

Alguna lesión más después, María del Mar empezó con problemas cervicales, que concluyeron en el diagnóstico de artrosis degenerativa. Después comenzaron los problemas lumbares, “me dijeron que tenía una hernia. Es lo que hay. Todas las enfermedades que he tenido están relacionadas con el trabajo”.

“Mi realidad es que yo tengo dolores todos los días. Es dolor crónico”. Según el portal dolor.com, en 2018 el dolor crónico afectaba en España a aproximadamente el 18% de la población.

María del Mar Jiménez es feminista
Debido a su trabajo como camarera de piso, María del Mar tiene dolor crónico.

Vivir con dolor crónico

“Hay ratos que te duele menos y ratos que te duele más. Yo ahora estoy sentaita contigo –está a horcajadas en un banco en el parque– y no me duele. Estoy moviendo los pies mientras hablamos, hoy no he trabajado –le toca librar– y antes de venir he hecho los ejercicios que me mandaron para la espalda”. Los médicos le dijeron que tenía que aprender a vivir con el dolor crónico y que había medicación. “Pero yo no quiero estar con 60 años tomando medicamentos que lleven morfina”.

Los médicos le dijeron en 2012 que que no trabajara más como camarera de piso y que si no podía ser que aprendiera a trabajar con dolor. “El traumatólogo me dijo que cuando no pudiera, que pidiera la baja, pero no puedes estar de baja todo el día. Así que lo que yo hago es medicarme, medicarme y medicarme. Y tirar, tirar y tirar. No hay otra”.

María del Mar es muy delgada y ágil. “La gente me ve moverme y me dice, ‘pero si tú estás muy bien, ¿no?’. ¿Qué quieres, que lleve un sello en la frente diciendo que estoy hecha una puta mierda? He aprendido a hacer callo… Uy, si luego ves que estas palabrotas quedan muy mal cuando las escribas, las quitas”, dice divertida.

“Soy consciente de que el dolor crónico es una enfermedad y vivo con ello. Y soy feliz. Porque lo que no puedes hacer es estar todo el día: me duele, me duele, me duele. Mi mantra es no hay dolor. Y me lo repito, me lo repito, me lo repito. “Vivir con dolor crónico es vivir de otra manera. Los ratos malos prefieres olvidarlos y te quedas con lo bueno, si no, estaría tol día llorando por las esquinas”.

–¿Y te funciona tu mantra de no hay dolor?

–A mí sí, porque creo que la mente está por encima del cuerpo. Me autoconvenzo y funciona. Y si no… pues me meto dos pastillas y me pincho un Nolotil de 10 mililitros, que eso sí funciona, aunque sea un rato –y suelta una carcajada.

Como no quiere pasarse al mundo de la morfina, tira de mantra y de otros medicamentos, “tengo de to, soy como una farmacia ambulante”.

“¡Ya está bien, ¿no? Voy a llegar a la jubilación a los 67 años hecha una mierda!”, exclama con una carcajada. Ya más seria añade: “Es muy triste que con 57 años te tengas que medicar antes, durante y después de trabajar. Y así y todo solo puedo dormir seis horas porque me despierta el dolor. Esto quiere decir que cuando tenga un nieto no lo voy a poder coger y es muy triste porque yo quiero ser una abuelaza… y cogerlo y darle besos”.

María del Mar adora a su hijo y a su marido. Se define como una madre controladora y cuenta con diversión y orgullo lo bien que hace su hijo las camas: “¡Igual que las camareras de piso!”. Algo que lleva mal María del Mar son sus manos. Son ásperas, gajes del oficio. “Mi hijo me decía de pequeño: ‘mamá, rascas’. Y qué lástima me daba”. Entonces ella lo acariciaba con el dorso en vez de con la palma, para alegría de su hijo, que definía el dorso como “más acaricioso”.

María del Mar Jiménez tiene dolor crónico
María del Mar tiene que medicarse antes, durante y después de trabajar.

Las Kellys, las que limpian

María del Mar es una Kelly. Las Kellys son una asociación nacional de camareras de piso. El nombre viene de “las que limpian». Nacieron porque “el departamento de pisos nunca se ha valorado hasta que Las Kellys salimos a dar la cara. Ni sindicatos, ni políticos, ni personal, ni comités, nadie te valoraba”.

A los problemas de salud que María del Mar ha tenido y tiene por su trabajo se une que durante 10 años sufrió acoso laboral. “Lo sufrí sola, yo era la mala de la película”. El acoso le provocó una depresión. Afortunadamente su psiquiatra le recomendó unos cursos que María del Mar agradece profundamente: “Hice dos de relajación y otro de risoterapia. Aprendí a reírme hasta de mi sombra. Me tomo la vida con humor, mi madre decía que cada día que no te ríes no estás estirando los músculos de la cara. Por eso hay que reírse mucho, pa estirarlo to”.

“A raíz de los cursos reaccioné y pasé de ser una persona sumisa a meterme en Las Kellys en 2017. Durante 20 años pagué un sindicato, que se llama CCOO, que se lavó las manos con mi problema de acoso y me dijo que aguantara el tirón”. Así que María del Mar se hartó y se convirtió en una Kelly.

María del Mar se considera afortunada. Ella está contratada, lleva años en el mismo hotel de lujo. Sí, en el hotel en el que sufrió acoso durante 10 años, pero ya no trabaja allí la compañera que la acosaba. “Yo soy una privilegiada, gano 1.300 euros al mes y actualmente hago 16 habitaciones entre dos personas todos los días, mientras que mis compañeras de Las Kellys hacen de 25 a 30 habitaciones en seis horas y en las dos horas restantes hacen las zonas comunes del hotel”. María del Mar sabe de lo que habla, durante tres años hizo cada día 45 habitaciones junto a una compañera, “con jacuzzis incluidos en las suites”.

María del Mar no puede con la precariedad, “me envenena la vida”. Por eso pelea por sus compañeras, “el apoyo mutuo es lo que tenemos. Lo único que queremos son trabajos dignos. Se puede ser camarera de piso de manera digna”. Ella desea que no exista “esa sobrecarga de trabajo, que se piense en enfocar el trabajo de manera que no repercuta tanto en la salud de las mujeres”, sueña con carritos eléctricos con motor, con fregonas que se escurren solas. Se pone a hacer que trajina con una fregona: “La metes y ella sola iiiiiiii –según ella este es el ruido que hace este gran invento–, y se escurre de puti madre”, dice mientras sigue fingiendo que tiene una fregona en sus manos.

Las Kellys y el feminismo

Como la precariedad envenena la vida de María del Mar, no se conforma solo con Las Kellys. A no tener prejuicios se suma su gran curiosidad. Cuando María del Mar no sabe algo, lo pregunta. Su interés no tiene límites, así que se acerca a las personas, preferiblemente mujeres, que pertenecen a colectivos de los que sabe poco. No se corta un pelo, es directa y enseguida empatiza con sus causas haciéndolas suyas. Así que es habitual que en sus conversaciones aparezcan mujeres en prisión, prostitutas, empleadas domésticas, mujeres con discapacidad, transexuales y un largo etcétera.

“Tenemos que aprender todas de todas. Mi madre siempre decía que en algún momento las mujeres de este país se tendrían que levantar. Y nos hemos levantado. O las mujeres nos movemos o este mundo…” Se acuerda de su madre, “ella vino de Canarias a Madrid para estudiar Matemáticas. Era la única mujer de la clase, pero se tuvo que volver porque su padre tuvo problemas económicos. Entonces, cuando nos tuvo a los cuatro hijos, estudió Magisterio. ¡Con cuatro hijos! Era una mujer maravillosa”.

María del Mar también recuerda que conoció a las sufragistas gracias a los libros. “Me encanta leer, siempre he leído mucho porque he pasado muchas horas en el transporte público. Cuando voy a una ciudad me encanta ir a las bibliotecas. Tal vez sea porque cuando era estudiante pasaba mucho tiempo en las bibliotecas y me gustaba. Allí buscaba cosas que no sabía, investigaba sobre mujeres que no conocía y así descubrí a las sufragistas. Y mira donde vivo ahora… Aquella de allí es mi casa y el edificio de en frente es… ¡una biblioteca! ¿Ves? ¡Yo tenía que vivir cerca de una biblioteca!”, dice feliz.

María del Mar Jiménez lucha contra la precariedad
María del Mar es feminista y una luchadora contra la precariedad.

De doncella a camarera de piso

Hasta que lleguen las fregonas que se escurren solas, María del Mar echa la vista atrás y recuerda que antes a las camareras de piso se las llamaba doncellas. “Y llevábamos cofia”, dice riéndose. “Yo siempre que podía me la quitaba porque me apretaba los sesos”, continua riéndose mientras rodea con las manos su cabeza rememorando las apreturas que le producía la cofia.

Eran otros tiempos, “yo he fregado durante más de 15 años de rodillas. En los hoteles de lujo de Madrid se fregaban los baños así hasta 2008. 24 baños de 24 habitaciones me hacía de rodillas. Tenía hasta callo. Yo decía: ¡me voy a poner de perrito!”. Dice que todavía hay gobernantes que de vez en cuando sueltan que como quedaba antes no queda ahora, “¡pues hazlo tú! Bueno, esto lo pienso, pero no se lo digo”. María del Mar cree que las camareras de piso son mujeres porque las mujeres con poder “somos más negreras con otras mujeres. Por eso me niego a tener poder. Me han ofrecido tener subgobernanza pero yo siempre he dicho que no valgo para putear a otra mujer. No sirvo, yo soy buena gente”.

“Mi trabajo hoy consiste en limpiar de 16 a 18 habitaciones cada día entre dos personas. Ten en cuenta que en esas habitaciones hay suites. Son habitaciones de lujo todas. Te puedo decir que una suite es más grande que mi casa. Mi casa tiene 70 metros cuadrados en dos pisos y una suite tiene más de 250 metros cuadrados de terraza y creo que 180 de habitación. Hay molduras en paredes y puertas, y hay que limpiarlas cada día. También hay que limpiar a diario los rodapiés, aspirar, hacer la cama con sus almohadas y cuadrantes, vamos, que hay que limpiarlo todo. Y en los baños tienes que fregar todo muy bien: bordes, paredes, todo. Ni motitas, ni gotas de agua, nada puede quedar en los grifos, en los espejos, ni en ninguna parte”. Luego se comprueba que todo haya quedado bien y si no es así, toca repasar.

Además de estas obligaciones, las camareras de piso tienen un listado de todas las cosas que les pueden pedir los clientes y que ellas tienen que hacer: limpiar los zapatos, deshacer la maleta, etc. “Una vez vino uno que me dio 12 pares de zapatos para que se los limpiara”, cuenta con una carcajada, “creí morirme”.

A María del Mar la han mirado alguna vez por encima del hombro por ser camarera de piso. “Siempre te encuentras personajes curiosos. Y hay quien me ha preguntado: ‘¿y limpias váteres?’. Sí, y friego mierda, les respondo. Así so yo”.

Todo esto tiene consecuencias y María del Mar confiesa que “antes era una psicótica de la limpieza. Pero ahora ya no. En mi casa las limpiezas grandes las hacen ahora amigas mías que se dedican a limpiar casas. Les pago bien, si la gente les paga 8 o 10 euros la hora, yo les pago 12 porque creo que a la gente hay que pagarle por el trabajo que hacen”.

María del Mar Jiménez lucha por todas las mujeres
María del Mar estuvo 15 años fregando los suelos de los baños de rodillas.

Qué es el lujo para una camarera de piso

“Para mí el lujo es un montón de gente que se gasta un montón de dinero en un montón de marcas que a veces tienen unos modelos horrorosos. Y lo hacen para lucir la marca. Yo he visto unas cuentas impresionantes, medio millón de euros en ropa, y me da mucha vergüenza ajena. Y a nivel personal para mí el lujo es coger a mi hijo y a mi marido e ir a un bar del barrio y comer juntos. O ir a la playa, a un hostal o una pensión que esté bien. Disfrutar de buena gente, de amigos y familia. Eso es el lujo para mí”.

María del Mar es la otra cara del lujo, la responsable última de que ese lujo sea considerado tal. Su día a día tiene lugar en suites que tienen pianos de cola o mesas de comedor para 16 comensales. Así que no es raro que de pronto salga Rihanna en la conversación.

–¿Has deshecho la maleta de Rihanna?

–Sí, y de mucha gente importante, pero a mí eso me la pela.

Rápidamente cambia de conversación, toca hablar de la cara oculta del lujo. “He limpiado vómitos en baños, cagadas en habitaciones… Crees morirte. El otro día en una habitación recogí 40 preservativos. Droga también. He tenido gente que me ha vomitado en el techo. Cómo, no me digas, porque el techo está a 2,40 metros. Y es lujo, hablamos siempre de lujo. No puedo entenderlo. A un actor le oí decir en la televisión: yo donde mejor me lavo el culo es en un hotel porque me da igual cómo quede la toalla del bidé cuando me seco”.

María del Mar Jiménez es camarera de piso
María del Mar se ríe hasta de su sombra, se toma la vida con humor.

¿Propinas o regalos?

No todo son desgracias, cuando María del Mar empezó en el lujo le llegaron a dar 50.000 pesetas de propina –300 euros– porque encontró 33 millones de pesetas –casi 200.000 euros– debajo de la almohada cuando hacía una habitación. No cogió nada y avisó para meter ese dinero en la caja fuerte del hotel. “Yo en mi vida había visto esa cantidad de dinero. La señora cuando volvió me mandó llamar y me dio las 50.000 pesetas en un sobre por ser honrada”.

De todas formas “cada vez te dan menos propinas. El otro día un señor me dio 5 euros porque me vomitó todo el váter el cabrón”. Antiguamente en Navidad sacaba 100.000 o 150.000 pesetas –600 o 900 euros– en propinas, “y este año 50 euros”.

Hay veces que los clientes le hacen regalos. “Una vez me regalaron un broche de Swarovski que es horroroso, pero lo tengo ahí guardado, que es de Swarovski. Yo creo que cuando sea vieja me gustará más… o no, quién sabe. También me han regalado un bolso de Prada que pesa más que yo y vale 3.700 pavos. ¡Ay, podía haberme dao el dinero mejor! Me dice la señora: ‘¿Lo voy a tirar, lo quiere?’. Y en mi casa está. Yo todas esas cosas las guardo para cuando necesite dinero, venderlo. No me hace ninguna ilusión llevar un bolso que vale ese dinero. Mi bolso vale 35 euros, míralo. Y me parece un dineral”. María del Mar enseña el bolso, lo toca, lo abraza toda contenta. Le encanta porque tiene un sol y ella cree que la vida es un sol. Dado el precio María del Mar pasó cuatro veces por la tienda antes de animarse a comprarlo.

A María del Mar Jiménez le encanta su trabajo
María del Mar tiene un bolso de Prada en casa, pero ella prefiere su bolso de cuero.

Y, a pesar de todo, «me encanta ser camarera de piso»

María del Mar empezó a ser camarera de piso –entonces doncella– con 22 años. Cuando quisieron ser padres cambió de trabajo y se convirtió en teleoperadora. “Pero no me renovaron el contrato cuando estaba embarazada de seis meses”. A María del Mar ese trabajo no le gustó, “no me gustaba engañar a la gente para que me comprara cosas”. Y es que a pesar de todo lo dicho hasta ahora, a María del Mar le encanta ser camarera de piso. Le gusta de verdad. Cuando se lo pregunto afirma con la cabeza mientras se le ilumina la cara con una sonrisa. No hay fallo, ofrece un gesto de una sinceridad y felicidad total. Aun así debo ser torpe y necesito preguntárselo otra vez:

–¿De verdad que te gusta ser camarera de piso?

–Sí, me encanta, yo curro bastante bien, nadie tiene queja de mí.

“En mi trabajo saben que soy una Kelly, lo conté y cuando hablo con vosotros –la prensa– nunca doy el nombre del hotel. Es una buena empresa, me trata bien”.

–¿A pesar de los 10 años que sufriste de acoso laboral?

–Sí.

“Me encanta que haya clientes como doña Marina –es una de las dueñas de un canal muy importante de tele de América–, que cogen siempre el piso donde yo trabajo”, dice con cara de felicidad. “Ahora doña Marina está enfadada porque no estaba su habitación habitual y la han mandado a otro piso, y a ella le gusta estar conmigo, lleva siendo clienta mía 16 años”. Doña Marina la llama bruji o brujita y María del Mar la llama abuela. “Me quiere mucho y yo a ella, y mira que a veces me hace perrerías como cliente. Me trae cosas de la virgen de Guadalupe de allí de México, dice que es para que no te entren los malos espíritus, y yo por si acaso le digo a mi marido que la cuelgue detrás de la puerta. Cada año me trae una nueva y la cambio por la anterior”.

Otra de las cosas que le gusta de su trabajo es mimar al cliente. “Si sabes que a uno le gusta tener siempre agua, pues cuando ves que se le está acabando la botella, le pones otra nueva. O al que sabes que le gusta tener las zapatillas al lado de la mesita, pues se las pones ahí. O le pones el pijama doblado y no estirado porque es como le gusta… Eso es mimar al cliente y a mí me gusta hacerlo. Esto sale por el lado femenino de cuidadoras que tenemos. Tú les mimas a ellos y ellos te miman a ti como doña Marina con sus vírgenes de Guadalupe”.

De doña Marina recuerda como un día “pidió un carro de desayuno para mí y mi compañera y nos sentó a la mesa para que desayunáramos, eso es una buena clienta”.

A María del Mar también le encanta ser camarera de piso porque “no hay cosa que más me guste que limpiar una habitación, girarme, mirarla y decir: ¡qué bonita ha quedado y lo bien que huele! A nosotras nunca nos dicen que nuestro trabajo está bien hecho. Así que tengo por costumbre decir siempre eso, en cuanto termino una cama y le echo el espray con agua caliente…”

–¿Qué es eso del espray?

–Eso son trucos de camarera vieja. Es para quitar las arruguitas. Luego estiras y ya, la cama to bien puesta.

“Pues eso, que cuando le echo el espray con agua caliente, miro la cama y le digo a mi compañera: ¡Qué bonita nos ha quedao. Hemos hecho una cama de princesa! Son detalles que a mí me gusta hacer y pienso que el que lo vaya a ver va a decir: qué bonito”.

–Buenos, pues ya hemos terminado, ¿hay algo que quieras añadir?

–No, mi niña, que además vas a acabar con la mano mal de tanto escribir.

–No te preocupes, estoy bien.

–Bueno, pues si algún día te duele la mano, ¿sabes lo que puedes hacer?

–No.

–Mete una crema tipo Voltaren en la nevera. Cuando llegues a casa la sacas y te la echas en la mano, ya verás qué bien. Son trucos de vieja –dice con su gran sonrisa.

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13 Comentarios

  1. Ana Estrella Hernandez Munilla

    entrevista ,directa dinamica que nos lleva a conocer esemundo.La presentacion y trato de la entrevistada muy buena.
    Gracias por esetrabajo.

  2. Pedro Luis Giralda Famelgo

    Me gusta, no haces entrevistas, compartes historias

  3. Eulalia Corralero Pajares

    María del Mar, las Kellys salíamos a las calles en 2014 no cuando se crea la primera asociación en 2016. La entrevista muy buena, la comparto en el muro de las Kellys Federadas que es de donde surgió el movimiento. Facebook.

  4. Esperanza

    Totalmente identificada salvo las enfermedades que gracias a Dios no me han llegado a tanto. Me entristece la corrección de la señora Corralero, fuera de lugar

    • Eulalia Corralero Pajares

      Lo que está fuera de lugar es hacer ver que todo empezó con las Kellys verdes, eso ha dividido y fraccionado al movimiento. A mi me entristece que tanto trabajo y esfuerzo no llegue a traducirse en mejoras para las camareras de pisos. Y todo por protagonismo de personas que no entienden que en la unión y el reconocimiento de todas está la fuerza.

  5. Marcia

    Exlente ReportajeMaría del Mar!
    Sería una buena campaña para este verano lo de…ESTOY HECHA UNA PUTA MIERDA!
    Eres fantástica! 😘💚💚

  6. Maravillosa Mª del Mar, una persona en lucha continua para mejorar las condiciones de sus compañeras del sector. Coincidí con ella y su marido en el IRSST en una jornada sobre las camareras de piso en el mes de febrero y me fascinó. Una luchadora incansable que no teme decirle «las verdades del varquero» a quien tenga delante. Conoce su oficio y los problemas que tienen los trabajadores del sector como nadie, siempre en continuo movimiento. Espero que sigas luchando así muchos años Mª del Mar. ¡El mundo necesita valientes como tú! Y volver a coincidir contigo en nuestro camino… Un abrazo fuerte luchadora!

  7. Mar

    Muchas gracias Gema. Para mí también fue un placer conocerte. Espero nos volvamos a ver. Y muchas gracias Winnie a sido un placer conocerte y seguirte.

  8. Petra del valle pinto martinez

    Soy camarera de piso hace 15 años tengo 50 años y ya no puedo trabajar me opere de tunel carpiano hace muchos años y ahora tengo artrosis en las manos hombros y cervicales con vertigos y el médico me dice que no trabaje mas que aga natación y rejalarle pero con mi marido pensionista y dos hijos a mi cargo quien se relaja si no tiene comida en la mesa

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