Historias cotidianas que solemos ignorar

Adopciones

La niña adoptada que se convirtió en mujer migrante

Isabel Silpi Sánchez Acero es adoptada y esta es su vida y la relación con sus padres

Isabel Silpi Sánchez Acero, 25 años. “Silpi es mi nombre de la India”. Se ríe cuando le digo si le han preguntado muchas veces de dónde es. “No sé cómo empezar, siento que tengo un discurso memorizado en mi cabeza que sale automáticamente cuando me presento. Siempre digo: soy de Ciudad Real y adoptada de la India. Lo he dicho tantas veces. Creo que lo hago para evitar ese minuto incómodo que notas que a la persona se le cruzan los cables, que trata de unir puntos y no le salen las cuentas. A lo mejor le da vergüenza preguntar pero luego acaban preguntando. Familiares y amigos me dicen que no tengo que dar explicaciones y lo sé, pero siento la obligación de justificar la respuesta y lo he convertido en rutina”.

“Me adoptaron con 17 meses y he vivido en España hasta los 18 años. Ahora vivo con mi familia en Noruega”.

Adopción y dudas: ¿lo estaré haciendo bien?

“En Noruega he reducido ese discurso porque ya son muchas cosas: soy de Ciudad Real, de España, adoptada india y me he mudado a Noruega; al acortarlo la gente me pregunta cosas que en España no me preguntaban. Están las preguntas típicas: ¿cuándo viniste? ¿Tienes contacto con tus padres? ¿Quieres ir a tu país? Y yo que creía que España era mi país… No me importa responder a esas preguntas, lo tengo memorizado, pero en Noruega van más allá y me preguntan cosas que no me esperaba: ¿cómo me enteré? ¿Cómo es mi relación con mis padres? ¿Cómo llamo a mis padres? No sé, pues papá y mamá…”.

“Son preguntas que me chocan siendo Noruega un país tan variado, hay mucha diversidad. En Ciudad Real, que hay poca gente de color, no se me ha cuestionado de esa manera. Ese tipo de preguntas a mí me hacen replantearme cosas. Nunca he tenido un problema con mi vida pero cuando me preguntan estas cosas pienso: ¿soy yo, estoy haciendo mal el proceso de ser adoptada? Yo, que nunca he tenido una duda conmigo misma, es la gente la que me hace dudar. Cuando no debería dudar, nunca me he llegado a cuestionar qué tipo de relación tendría que tener con mis padres al ser adoptada”.

¿Qué proceso?

“Este tipo de preguntas me hacen plantearme si es normal que no esté pasando por un proceso que mucha gente adoptada sí lo ha pasado. Hay gente que le cuesta más adaptarse o aceptarse como persona adoptada y esto puede afectarle más. No siento que haya tenido que pasar por un proceso pero en Noruega cuando me preguntan es como ¿me he saltado algún paso? ¿Por qué yo no tengo esas preguntas? No he sentido que tenga que adaptarme o reforzar el vínculo con mis padres, lo tengo muy interiorizado, no tengo esa vocecilla que me dice soy adoptada”.

“No me importa decir que soy adoptada, hablo con naturalidad y no he sentido que me haya obstaculizado. Lo tengo tan normalizado que me da la sensación de que no me pueden hacer daño porque no es algo que oculte. Que los padres oculten que eres adoptado lo veo un poco tontería. En mi caso, además, soy negra y mis padres blancos”, dice riéndose. “No tengo recuerdo de mis padres sentándose conmigo y explicándome que soy adoptada. Y no acordarme me da señales de que se han hecho bien las cosas, los aplaudo. En la relación con mis abuelos no he sentido cosas como a Isabel hay que darle un poco más de cariño, no. Tampoco he pensado nunca qué pensarán de mí mis amigas por ser adoptada. Hace unos meses tuve una charla con amigos sobre el tema de la adopción. Ellos son del colectivo lgtbi y quieren adoptar. Yo les dije sí, a por todas. Siento que mi caso es muy positivo, aunque sí que hay casos que no son tan bonitos, por eso tienes que contar con sus pros y sus contras. Mis amigos me preguntaron si yo había tenido alguna crisis de identidad y yo no, ¿qué es eso?”.

“Creo que otra de las razones por las que tengo tan normalizado lo de ser adoptada es que cuando vivía en España había una asociación, Amada, de familias adoptivas que hacían cada cierto tiempo reuniones y actividades. No recuerdo que entre los niños habláramos sobre adopciones pero creo que la intención era la de crear un espacio para nosotros, que sintiéramos que no somos los únicos que tienen la etiqueta de adoptados”.

“Tampoco es que sepa mucho de mi adopción, sé lo principal, no es que haya preguntado a mis padres. Lo hablé hace poco con ellos y mi madre me dijo que yo no era de preguntar. He estado tan a gusto conmigo misma y con la gente que ha estado conmigo durante toda la vida que ha sido como por qué voy a buscar, no he sentido curiosidad por saber un poco más. Mis padres me han dicho que no hay mucha información, según tengo entendido mi madre dio a luz y me llevó al orfanato. Solo sé que fue una chica joven”.

“A mí me dicen que no aparento de España. Ahí está la magia, es que soy adoptada de la India, pero nunca me he interesado por visitar el país. Tengo un hermano más pequeño adoptado de Nepal y cuando lo adoptaron estuve allí un mes con mis padres. Vi tanta pobreza, el lado oscuro, que fue como mejor no, no quiero ir a India. Habré nacido en India pero no me considero de allí. A mí me suelen decir que parezco de India, Nepal, Sri Lanka pero luego en Noruega me encuentro a gente de allí que me habla en su idioma y no sé, entonces me dicen: tú no eres india. En Nepal me di cuenta de que hasta la manera que tenemos de andar es diferente. Así que no soy de un lado ni de otro, pues no soy nada”, dice riéndose.

En 2020 la pandemia redujo el número de adopciones internacionales, 195 niños y niñas fueron adoptados en España e India fue el país desde el que más peques vinieron.

Isabel en un parque en Oslo. Foto cedida por la protagonista.

Adopción: amor y cariño

“Hay una broma que se hace entre hermanos de cállate, que tú eres adoptada. No me lo tomo a pecho pero das a entender que los adoptados estamos fuera, nos estás excluyendo de la familia. También hay gente que dice: me gustaría adoptar pero antes quiero tener mis propios hijos. Uf, es ahí cuando tu mente hace clic y te das cuenta de que hay algo que no funciona, que esa persona no ha terminado de entender la adopción. Para mí adoptar es sinónimo de familia”.

“Por mi condición de adoptada y mi color de piel he tenido discriminación pero no tan heavy como otras personas. Comentarios, algún que otro grito, pero como mucho he vivido de siete a diez situaciones vinculadas al color de mi piel –es algo que puedo celebrar pero es una pena tener que celebrar que se hayan metido conmigo esas veces y no más–, y en cuanto a ser adoptada solo he tenido un caso: yo ya era mayor, igual esto me lo dicen con 6 años y me hunden… Estaba en una peluquería y vino una mujer con lo típico de dónde eres, pero de dónde eres realmente. Y me dijo en un susurro: ¿tú sabes que los padres que dan en adopción a sus hijos es que no los quieren? Buf. Cada vez que lo recuerdo me da rabia haber tenido que pasar por esa experiencia, pero me gusta contarlo para que se vea hasta qué punto de maldad tiene la gente, qué necesidad tienen de decirte esto”. 

“Hay gente que me ha dicho: tus padres tienen que tener dinero porque una adopción es muy cara. Nunca he preguntado cuánto costó la adopción, mis padres no se refieren a ella como dinero, ellos hablan de tiempo y esfuerzo, ya está. Para mí la adopción es una palabra que conlleva esfuerzo, desafíos, adaptación de hijos y padres, pero también mucho amor, mucho cariño. Y al final del día de eso se trata: de cariño y amor recíproco entre padres e hijos. Lo conecto con querer cumplir una realidad de querer tener una familia. Lo de decir soy adoptada con vergüenza o miedo está pasado de moda. A mí adoptada me define y me describe, no puedo ni quiero quitarlo de mi vida, me hace ser quien soy. Hay que normalizar el tema de la adopción, hablar de ello y respetar. Que a mí me digan que la sangre es lo que hace la familia, pues, no. The Fosters es mi serie favorita. Hace nada la volví a ver con mi padre. Hay una escena en que la madre le dice a la hija adoptiva que la sangre no hace a la familia sino el amor, y cada vez que lo escucho me emociono. Lo expresa todo y es lo que la gente tiene que entender”.

Nueva vida como migrante

Hablamos por videollamada, Isabel está en su casa de Noruega. El sol entra a raudales por el salón y ella se tiene que ir moviendo para que no le moleste. “Pero es un sol de pegatina que no calienta”, dice riéndose. “Aquí hay veces que tenemos cuatro horas de luz al día y si hay un rayo de sol la gente se queda parada en la calle para que le dé”, cuenta divertida. “Ahora entiendo que lo hagan, es verdad que el clima afecta mucho. Cuando empieza el invierno la gente está más seria, pero en verano florecemos y estamos contentos”.

“Nos mudamos a Noruega los cuatro. Mi padre llegó un día diciendo: hemos pensado mudarnos a Noruega. Al principio creí que era mentira, pero era de verdad. Bueno, vale, pues vámonos a Noruega, y ahora no quiero salir de aquí. He hecho un paso muy grande al cambiar de un país a otro: aprender noruego, inglés, conseguir trabajo, la universidad. Con todo lo que he hecho no me veo en España, solo de vacaciones”.

“Cuando acabé el instituto, en 2014, decidimos mudarnos aquí porque el dinero escaseaba. Eran los años de la crisis económica y mi padre dijo que había que buscar una solución. En España mis padres estaban en una empresa de construcción y transporte, y aquí mi padre encontró trabajo en el transporte del ejército de salvación y mi madre limpiando oficinas; ella no aprende inglés ni noruego y consigue que la gente le hable en español”, dice sonriendo. “A mí el tema de los idiomas no me costó porque me gustan muchísimo, también los temas de lengua y de gramática, soy una loca de la sintaxis. Desde que estoy aquí me han dado bajones, mis padres me dieron la opción de quedarme en España con mis abuelos pero preferí venir con ellos. Los bajones que he tenido han sido cuando he estado parada. Cuando llegué tuve que esperar para que me dieran un curso gratis de noruego y sentía que estaba desperdiciando el tiempo. Me comparaba con mis amigas de Ciudad Real, que ya estaban en la universidad, y yo no estaba haciendo nada. Había cursos que podías pagar pero eran caros y si nos habíamos venido era precisamente porque no había dinero. Ahora me he acostumbrado hasta al frío, no puedo decir que eche de menos algo de España. La comida, vale, pero mi madre cocina y sigo comiendo comida de allí. Como aquí no echan aceite al cocinar, pues es todo un poco soso. Y luego comen poco. Desayunan una tostadita pequeña con un café y luego comen otra cosa parecida, la cena es lo que hacen más grande. Así que yo sigo mi horario español con las comidas: buen desayuno, almuerzo breve, comida y cena. Y de España me traigo siempre TostaRica, es un esencial, y también jamón y chorizo”, dice riéndose. “En cuanto a la gente, para mí los noruegos son cerrados pero cuando los conoces es de esto que dices amigos para toda la vida. También tengo amigos griegos, de Croacia, de Nepal, nos conocimos en las clases de noruego”.

“Me independicé de mis padres en 2019, vivo sola en el centro de Oslo y ellos viven a las afueras con mi hermano. Trabajo en una cafetería a media jornada desde 2017 y también soy profesora sustituta en un colegio. Enseño español e inglés, que es la carrera que estoy estudiando y ahora estoy en mi segundo año de máster; entrego la tesis en mayo. No me preguntes por la tesis, que es un estrés. No sé de dónde voy a sacar tiempo, pero lo sacaré. Me gusta dar clase, quiero ser profesora y para poder serlo me queda un año de pedagogía”.

“Hay veces que me preguntan qué pasaría si me hubiera quedado en la India. Siento que si me pregunto esto también me tendría que preguntar qué habría pasado si mi familia no se hubiera ido a Noruega o si ellos hubieran venido y yo me hubiera quedado en España estudiando. No lo he vivido, así que no lo sé. No tengo respuestas para estas preguntas y por eso no suelo hacérmelas. Para mi futuro sueño con crear mi propia familia y estar cómoda en todos los aspectos, va a haber altibajos, pero estar bien conmigo misma”.

“Tú has sido la primera persona que me ha preguntado tan en profundidad por el tema de la adopción y ha sido liberador poder contarlo así”.

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  1. Ana

    preciosa entrevista y precioso punto de vista

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